Y AHORA HAY QUE DERROTAR A JAPÓN (Capitulo 24)


La acción de la guerra se traslada nuevamente al Pacífico donde norteamericanos y japoneses se enfrentan a muerte. La estrategia a EEUU le está costando un desangre de soldados que no puede permitirse, empieza a barajar posibilidades... Iwo Jima y Okinawa, se transforman en un infierno, pero ahora los yanquis tienen la bomba atómica...

LA GUERRA EN EL PACIFICO

¿CÓMO DERROTAR A JAPÓN?


Repasemos aquí, los acontecimientos de la guerra en el Pacífico…

Japón tenía un proyecto de expansión similar al de Alemania. Tenían también la teoría de superioridad racial de rigor para estos casos. Ellos eran el Imperio del Sol Naciente. Ellos eran el proyecto civilizador de Asia.

Hagamos un recuento de la expansión japonesa hasta el momento:
    Manchuria, China (1931). Ponen a Pu Yi (# El último emperador) como gobernante títere.


2.      Indochina

3.      Vietnam

4.      Birmania

5.      Borneo, Sumatra, Malasia

6.      Islas del Pacífico (pertenecientes a Alemania y perdidas por ésta después de la 1ª GM)

Llegados a este punto, el enfrentamiento con EEUU era inevitable. Los norteamericanos venían expandiéndose hacia el Pacífico desde fines del siglo XIX (Filipinas, Hawaii, Midway). Los japoneses, evaluaron sus posibilidades y decidieron que el que ataca primero, ataca dos veces y despertaron al gigante dormido en Pearl Harbour.

Hasta este momento de la guerra, el frente en el Pacífico repetía la secuencia de la guerra en Europa. Los japoneses avanzaban de manera incontenible por el continente y las islas. No había manera de frenarlos. Llevaban adelante una especie Blitzkrieg por la selva.

Su “Stalingrado” fue la batalla de Midway, donde comenzó le declive del imperio japonés, y el retroceso hasta la rendición incondicional.

Aquí, ya toca planear la estrategia y evaluar los distintos cursos de acción posibles.

Por un lado, se analiza la posibilidad de que China, como aliada de Gran Bretaña y EEUU, se enfrente con las tropas continentales del invasor japonés. Esta estrategia es desechada rápidamente, ya que China se encuentra en plena “guerra civil” entre el Kuomintang y el Partido comunista de Mao. Las tropas británicas en Birmania no son suficientes para expulsar a los japoneses desde el continente; por lo que solamente queda abierta la estrategia de atacarlos desde el mar.

En las conferencias que ya hemos analizado con anterioridad, los líderes aliados se habían repartido las incumbencias en lo referente a los frentes que a cada quien le correspondían. Para Churchill, la prioridad era vencer primero a Alemania, y luego a Japón. Stalin se ocupaba sólo de Alemania, y con eso tenía bastante. Y a Roosevelt le quedaba enfrentar a Japón. Recibiría apoyo de los británicos, pero esta parte de la guerra la encaraba prácticamente en solitario.
Así que los norteamericanos se cargaron al hombro esta parte de la guerra, y es la que tocaba por mar. Así, los protagonistas de este capítulo fueron los portaviones, los acorazados y la aviación naval. El plan consistía en ir disputando isla  por isla: desembarcar, instalar pistas y apertrechamientos, y de allí, ir avanzando hacia Tokio. Previendo esta estrategia, los japoneses tienen claro que esas islas del Pacífico eran su “escudo”. Mientras las controlaran, los norteamericanos no tendrían manera de llegar hasta Tokio y bombardear la capital del Imperio. Esas islas debían conservarse costara lo que costase. Desde el punto de vista estadounidense, se iba trazando el plan opuesto. Ir tomando una por una las islas, asentarse, instalar pistas de despegue para los aviones y centro de aprovisionamiento, y de allí, paso a paso ir acercándose a Japón. La batalla por cada isla sería sangrienta y a muerte.

Simultáneamente, ambos bandos plantearon, en sus zonas de dominio marítimo, un plan para evitar que el adversario pudiera recibir suministros por mar. Plagaron los mares de submarinos que tenían como objetivo los navíos de suministro enemigos. La batalla de submarinos vs. convoyes que se dio en el Atlántico, se repitió en el Pacífico.

Había una clara disparidad entre los recursos disponibles de ambos bandos. Si bien la industrialización y modernización de Japón se llevó a cabo a pasos agigantados en los primeros años del siglo; la ilimitada cantidad de recursos con la que contaban los americanos era desproporcionada. Sus industrias alcanzaban para abastecer a todos sus aliados, en todos los frentes. Y contaban con la ventaja, que ninguno de los contendientes europeos tuvo, de que la guerra no era en su territorio y, por lo tanto,  sus industrias no se vieron amenazadas ni bombardeadas.

El plan trazado por los norteamericanos se encontró con un serio inconveniente. Ellos tenían la convicción de que cada isla que se tomaran estarían más cerca para atacar Tokio, que es el objetivo final. Pero lo mismo pensaban  los japoneses a la inversa, por tanto, cada vez que los americanos desembarcaban en una isla, y querían comenzar a instalar las pistas y las bases para asegurar su dominio; los japoneses se apertrechaban en las montañas y daban la resistencia más aterradora que  se haya conocido hasta entonces. Ellos, a esas alturas, probablemente supieran que no iban a poder  evitar el avance estadounidense, pero estaban dispuestos a sacrificar hasta el último hombre para complicárselo y retrasar la llegada a Tokio todo lo que pudieran.

A estas instancias, se hacía patente una abismal diferencia cultural. Los americanos sabían que iban ganando, y venían de ganar en todos los frentes europeos. Por eso no entendían por qué sus victorias no significaban un  triunfo definitivo. ¿Por qué los japoneses no se rendían, aun cuando las plazas estaban perdidas? ¿Por qué resistían hasta la última gota de sangre, y se llevaban consigo una enorme cantidad de muertos y heridos por el bando americano? El pueblo norteamericano tiene, ante todo, una identidad pragmática. Tienen una cultura deportiva en la que se gana o se pierde (y si alguien gana, el otro pierde). Por lo tanto, cuando se pierde no le ven el sentido a continuar con la agónica batalla. ¿Para qué seguir, si ya se perdió? Los japoneses tienen una perspectiva diametralmente opuesta. Para ellos, lo fundamental es el honor. No hay vida sin honor. Es inconcebible. Por lo tanto la rendición no es aceptable bajo ningún término. Para ellos, la muerte es victoria. Ellos en algún punto, sabían que no podrían torcer el destino, pero consideraban que era infinitamente peor, rendirse sin pelear. De esta manera, cada victoria obtenida por el bando americano era agónica. Y comenzaron a preguntarse cuánto más podrían resistir esa guerra de desgaste. Las batallas de Iwo jima y Okinawa, a pesar de resultar en triunfos, hicieron que comenzaran a pensar en otro tipo de estrategia para vencer a un enemigo al que no le importaba inmolarse.

# Hasta el último hombre (película)

El choque cultural, si se quiere, era todavía más profundo ya que los japoneses son un alma colectiva. Su religión, el sintoísmo, junto con el culto al emperador hacen que el alma colectiva esté por encima de la vida individual. No es que no les duelan sus muertos, pero lo colectivo tiene preponderancia sobre lo particular. Los estadounidenses, son, ante todo, individuos, ciudadanos. Sus soldados son ciudadanos, por los que sus generales deben rendir cuentas. Son responsables de devolverlos con vida, siempre que esto sea posible. A los norteamericanos les costaba mucho entender la cultura de los kamikazes. No les entraba en la cabeza. En cierta oportunidad, se le preguntó al oficial encargado de seleccionar a los jóvenes pilotos japoneses que debían sacrificarse en una misión, si no le daba lástima mandarlos a morir. El oficial respondió que más lástima le daban los que no resultaban seleccionados, ya que quedaban profundamente desconsolados por no tener la oportunidad de morir por el emperador. Como vemos, son dos concepciones ante la guerra y ante la vida, completamente diferentes. ¿Qué debían hacer los norteamericanos para vencer a un enemigo así?

Una vez tomadas Iwo jima y Okinawa empezaron los bombardeos sobre Tokio. La capital imperial era, fundamentalmente,  una ciudad de papel y madera, sobre la que lloverían toneladas y toneladas de bombas incendiarias y de fósforo. El principal miedo que tenían los estadounidenses era que los japoneses se fueran a refugiar al continente, se apertrecharan ahí, y entonces esta guerra iba a durar 10 años más. Los yanquis tenían en claro que debían terminarla lo antes posible, porque no podían permitirse la cantidad de muertos que le estaba costando estrechar el cerco sobre Japón. Ni hablemos de 10 años más de guerra. La opinión pública norteamericana no lo iba a tolerar bajo ningún término. Los japoneses, entretanto, si bien comprendían que su situación era delicada, sabían que todavía contaban con las porciones del continente que tenían ocupadas, y donde no habían sido vencidos (y nunca lo serían) y esperaban poder negociar eventualmente una paz en la que les reconocieran todas sus conquistas territoriales. Los norteamericanos, por su parte, querían terminar con la cuestión a la brevedad y sin discusión.

Desgraciadamente, los planetas estaban a punto de alinearse. EEUU hacía tiempo que estaba llevando adelante el Proyecto Manhattan, dirigido por Oppenheimer, y que consistía en utilizar la energía nuclear para construir una bomba atómica.


La bomba no llegó a estar lista para usarla contra Alemania, pero el mensaje le llegó a Truman durante la Conferencia de Postdam. Un secretario se acercó y le dijo al oído “El bebé ha nacido”. Con esta clave le comunicaban que las pruebas realizadas en El Álamo habían sido exitosas. De aquí en más, los hechos se desencadenaron de la manera más trágica. Mientras se tomaba la decisión definitiva, se iban resolviendo algunas cuestiones logísticas, para que, en el caso de que Truman decidiera lanzar la bomba, todo estuviera listo. En primer lugar, debían encontrar la manera de lanzar la bomba, para lo que adaptaron una fortaleza voladora B-29, a la que le quitaron toda la artillería para que pudiera cargar el peso de la bomba. En segundo lugar, comenzaron a acostumbrar a la ciudad de Hiroshima a que diariamente sobrevolara un avión solitario. Esto terminó por no llamarle la atención a nadie. Con esto querían evitar que, el día que eventualmente se lanzara la bomba, nadie se asustara al ver el avión y no corrieran a resguardarse en los refugios antiaéreos.

B-29 LA FORTALEZA VOLADORA

La finalización del Proyecto Manhattan y la convicción de que no podían ni querían continuar con la guerra en los términos que estaba planteada, hizo que Truman tomara la decisión de lanzar la bomba. Con el último resquicio de  humanidad les advirtieron a los altos mandos militares que la bomba no debía lanzarse sobre la población, ya que sus efectos y consecuencias eran aterradores. Se sugirió que se utilizara únicamente como una demostración del poder de fuego con el que contaban los EEUU, y que esa demostración le diera la oportunidad a los japoneses de rendirse. Sin embargo, la decisión final quedó en manos de los militares que estaban a punto de hacerle cruzar a la humanidad entera un umbral del que no había retorno. El hombre aún no tiene el grado de espiritualidad suficiente como para comprender lo que ha hecho y adónde lo ha llevado la quimera del progreso….

La semana que viene, finalmente, Truman toma la decisión más trágica de la humanidad, la Bomba Atómica. Hasta la próxima...










Comentarios

  1. Excelente narración de los hechos. Mi pregunta es: si Alemania estaba avanzada en la fusión del uranio, que fue lo que la atraso con respecto a los Norteamericanos???

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  2. En parte tiene que ver con que muchos científicos huyeron del régimen nazi, entre otros factores

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