EL RAGNAROK: LA CAIDA DEL 3ER REICH (CAPITULO 23)


Los rusos acorralan Berlín desde el este, y los norteamericanos y británicos desde el oeste. La población civil queda en el medio y es entregada en forma canallesca por el Führer. La película "La Caída" es una joya que muestra las últimas horas del Reich. La guerra se termina para Alemania...

LA CAÍDA DEL 3ER REICH

EL RAGNAROK


Alemania estaba cercada por todos los frentes. Los rusos se acercaban por el este y los occidentales por el oeste. Tanto los rusos como los británicos querían llegar a Berlín. Por su valor simbólico, pero también, en el caso de los rusos, por la venganza que venían amasando desde la invasión de Rusia. A los norteamericanos no les parecía tan relevante llegar a Berlín. No eran conscientes de lo que significaba su caída, ni tenían el odio visceral que sentían los rusos. Eisenhower calculaba que la llegada a Berlín le costaría 100.000 hombres, y realmente consideraba que el premio no valía tanto la pena. Prefería que todos esos hombres volvieran a casa sanos y salvos.

Los norteamericanos venían entrando a territorio alemán y de repente se encuentraron cara a cara con el horror: descubrieron los campos de concentración. Hasta ese momento de la guerra, nadie tenía noticias del infierno que estaba ocurriendo en los campos (aunque hay informaciones de que sí lo sabían o por lo menos tenían fuertes sospechas). Los rusos los habían descubierto cuando entraron a Polonia, pero no dijeron nada. No estaban seguros de qué hacer con esa información. Pero cuando los soldados estadounidenses se toparon con los campos, no encontraron palabras para describirles a sus superiores lo que habían descubierto. Es que no existía parámetro alguno para poder comunicar tanto horror. Lo llevaron a Eisenhower para que lo vea con sus propios ojos. Y lo que vio lo impactó profundamente. Si hasta ese momento los norteamericanos no tenían nada personal contra Alemania, ahora sí se llenarían de odio, porque lo que han descubierto no tiene perdón. En primer término llevaron a los alemanes que vivían en las poblaciones cercanas a los campos para que vean. Para que limpien el destrozo que sus conciudadanos habían montado. Para que junten los cadáveres. Para que se hagan conscientes de las consecuencias que había tenido el Reich. Muchos no lo podían creer. Muchos se volvieron locos.

www.youtube.com/watch?v=brC0yW0J1B8 (Band of Brothers – Liberación del campo)


El otro lado del cerco lo establecían los rusos que se acercaban peligrosamente a Berlín. Si para los estadounidenses llegar a Berlín no era una prioridad, para los soviéticos era prácticamente su único objetivo. El destino final de Berlín fue sellado por cada pared que cayó en Stalingrado. Los tanques rusos que estaban llegando a la capital del Reich, tenían escritos en sus frentes los nombres de las aldeas de Bielorrusia que los alemanes habían quemado en su campaña en Rusia. Los rusos no cabían en sí del odio. No hubo códigos de guerra con ellos. La memoria de los millones de muertos pesaba sobre cada soldado del ejército rojo. Fueron traicionados por Hitler. Fueron invadidos a traición y destrozados por la maquinaria bélica alemana. Rusia quería convertir a Alemania en un estado pastoril, y casi casi lo lograron.

Y en el medio, entre el odio de los rusos, la aproximación de los aliados y los últimos estertores del 3er Reich, está el pueblo alemán. Indefenso e inerme ante lo que le aguarda.

Ya empezaron los éxodos. Millones de personas querían salir de Berlín. En tren, en barco o como pudieran. Los rusos dieron la orden de bombardearlos en la huida. No había escapatoria. Los generales rusos van estrechando el cerco. Para ellos no hay ningún alemán que sea inocente. Todos deben pagar. Había sobre el pueblo una culpa colectiva por haber engendrado semejantes monstruos, y todos eran responsables. Mujeres, niños y ancianos cargarían por años con el estigma.

Mientras tanto, Hitler declaró a Berlín “ciudad fortaleza”. Eso significa, en términos bélicos, que dentro de la ciudad hay ejércitos que la defenderán. La ciudad es parte de la batalla. Y se combatirá calle por calle; casa por casa. La población civil quedó en el fuego cruzado entre el ejército rojo y los soldados alemanes que defendían Berlín. Todo ese sufrimiento se podría haber evitado declarándola ciudad abierta (como sucedió con Roma) es decir que, como en su interior no hay ejércitos, la ciudad no debe ser tocada. Pero aquí es cuando la tragedia toma visos de irrealidad. Los nazis no mostraron compasión por nadie. Por ningún pueblo, ni por ninguna de las ciudades que ocuparon. Y la misma falta de compasión mostraron por su propio pueblo. Cuando los rusos, llenos de odio, entren para arrasar Berlín, los jerarcas nazis se desentendieron del pueblo al que empujaron a su delirante proyecto de grandeza.

Después de seis años de guerra -que a despecho de los obstáculos será recordada algún día como la más gloriosa y valiente manifestación de la voluntad de vida de una nación- no puedo abandonar la ciudad que es la capital de este Reich. Como las fuerzas son muy exiguas como para intentar cualquier oposición en contra de los ataques enemigos, y porque nuestra resistencia se ha venido debilitando por los hombres que nos han engañado con su falta de iniciativa, al permanecer en esta ciudad quiero compartir mi destino con los otros millones de hombres que han decidido hacer lo mismo. Tampoco quiero caer en manos de un enemigo, que querrá presentar un nuevo espectáculo organizado por los judíos, para el regocijo de las masas histéricas.
Por tanto he decidido permanecer en Berlín y libremente escoger la muerte en el momento que yo crea que la posición del Führer y la propia Cancillería, no pueda ser más defendida.
Muero con el corazón feliz, consciente de los incalculables legados y logros de nuestros soldados en el frente, de nuestras mujeres en casa, los logros de nuestros campesinos y obreros en su trabajo, y la contribución única en la historia, de las juventudes que llevan mi nombre.
A ellos, desde el fondo de mi corazón, les expreso mi gratitud, como es evidente es mi deseo que ustedes, debido a eso, bajo ningún concepto abandonen la lucha en esta contienda sino que más bien la continúen, contra los enemigos de nuestra madre patria, sin importar dónde, fieles al credo de Clausewitz. Del sacrificio de nuestros soldados y por mi comunión con ellos en la muerte, nunca desaparecerá de la historia de Alemania, la semilla del radiante renacimiento del movimiento Nacional-Socialista y por tanto, de una verdadera comunidad de naciones.
Muchos de los hombres y mujeres valientes han decidido unir sus vidas con la mía. Hasta el último momento he rogado y finalmente les he ordenado, no hacerlo y tomar parte en la última batalla de la nación. He rogado a los dirigentes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, reforzar por todos los medios el espíritu de resistencia de nuestros soldados en el sentido Nacionalsocialista, con especial referencia al hecho, de que también yo mismo, como creador y fundador de ese movimiento, he preferido la muerte a la cobarde abdicación o peor la capitulación.
Deberá, en un futuro, formar parte del código de honor del oficial alemán, como es actualmente de nuestra marina, que rendir un distrito o una ciudad es imposible, y que por sobre todo, nuestros líderes deben marchar al frente como ejemplos refulgentes, cumpliendo con fe su obligación hasta la muerte.
Antes de mi muerte, expulso al ex Mariscal del Reich Hermann Göring del partido y lo despojo de todos los derechos que pudiera gozar en virtud del decreto del 29 de junio de 1941; y también en virtud de mi manifiesto en el Reichstag el 29 de junio de 1939. Designo en su lugar al Gran Almirante Dönitz, como Presidente del Reich y Supremo Comandante de las Fuerzas Armadas.
Antes de mi muerte, expulso del partido y de todas las oficinas del Estado al ex Reichsfuehrer-SS y Ministro del Interior, Heinrich Himmler. En su lugar designo al Gauleiter Karl Hanke como Reichsfehrer-SS y Jefe de la Policía Alemana y designo al Gauleiter Paul Giesler como Ministro del Interior del Reich.
Göering y Himler, totalmente aparte de su deslealtad hacia mi persona, han hecho un daño enorme al país y a toda la nación, al efectuar negociaciones secretas con el enemigo, las que condujeron sin mi consentimiento y contra mis deseos, y al intentar usufructuar ilegalmente poderes del Estado”
Del testamento de Adolph Hitler
es.wikipedia.org/wiki/Testamento_de_Hitler

Hitler había jurado que Alemania nunca más volvería a estar como en 1918. Aquí,  en abril de 1945, estaba infinitamente peor. La diferencia estaba en que en aquellos días, a fines de la Gran Guerra, los dirigentes alemanes viendo que la guerra se perdía le pidieron al Káiser que abdicara. Guillermo II que en gran medida había sido el artífice de que Alemania entrara en la guerra, abdicó y así Alemania, como país y nación se pudo salvar. El pueblo lo querría mucho, pero Alemania estaba primero. Era una insensatez atar la suerte de la nación al destino de sus líderes.

Pero Hitler ya había entrado en la parte más peligrosa de su delirio. No estaba dispuesto a claudicar. Si la nación alemana no había sabido estar a la altura de la epopeya que se le había encomendado, entonces merecía desaparecer. Y se mantuvo en su ley. Siempre creyó que los superiores debían dominar a los débiles. Entonces si Alemania no había demostrado ser lo suficientemente fuerte, entonces que desaparezca. No había dentro de las torturadas cabezas de los líderes nazis ninguna posibilidad de que Alemania sobreviviera sin el Reich. No había futuro sin el Reich. Y como no había futuro, se reclutaron a niños de 12 ó 13 años para combatir a los tanques rusos con bombas antitanques. Se reclutaron ancianos. Si al Führer le tocaba morir, todos debían encadenar su destino al suyo. Porque ¿A dónde iría el pueblo alemán sin su Führer? Como vemos, el grado de demencia colectivo no tenía límites.

Se dió la orden de “tierra arrasada”, es decir que toda la infraestructura debía ser destruida (puentes, carreteras, centrales eléctricas, todo). Nada de eso se iba a necesitar si Alemania no sobreviviría. Así que le facilitaron en gran parte la tarea al ejército rojo que de cualquier manera iba a hacerlo. La población civil quedó abandonada, sin luz, sin hospitales, sin comida, sin tener a dónde ir.
Cuando los rusos entraron finalmente en la ciudad, no hubo códigos, tal como no los hubo con ellos. Las mujeres alemanas fueron violadas masivamente, los niños asesinados y toda la ciudad destruida. Mientras tanto las ratas que así los entregaron hacían sus planes y arreglos para huir a Argentina, Brasil, Uruguay, Chile.

# La caída (película)

Como vimos en el fragmento del testamento de Hitler, dos de sus altos mandos intentaron “traicionarlo”. Himmler trató de negociar una paz por separado con los aliados (para terminar el infierno de Berlín) y reemplazar a Hitler. Las ironías de la historia hacieron que, el creador de la “Solución Final”, les pida a los judíos que intermedien entre los aliados y él para arribar al acuerdo. Cuando estaba huyendo, fue capturado y se tomó la pastilla de cianuro. Göring, también quiso lograr la paz con los aliados, pero él fue capturado y juzgado en los Juicios de Núremberg. Con su habitual soberbia y arrogancia, no reconoció legitimidad al Tribunal y consideró que sólo era culpable de haber perdido la guerra.

Muchos de los civiles que querían escapar, trataron de romper el cerco de los rusos y llegar hasta donde los norteamericanos estaban entrando, para rendirse con ellos. Algo les decía que si lo hacían tendrían cierto respeto por la legalidad que con los rusos no podían ni siquiera soñar.

Muchos soldados alemanes se fueron rindiendo, en territorio alemán y en otros países de Europa oriental. Los rusos los tomaron prisioneros (eran cientos de miles) y los llevaron a campos de trabajos forzados (algunas fuentes sostienen que las condiciones eran duras pero muy lejos de la esclavitud). Allí  se los obligó a trabajar para reconstruir la tierra arrasada que ordenó Stalin cuando los alemanes invadieron. Viacheslav Molotov, Ministro de Exteriores de la URSS dijo que ningún alemán volvería a casa hasta que Stalingrado estuviera reconstruida. Todos esos prisioneros solo serían devueltos 10 años después, cuando Konrad Adenauer tras duras negociaciones consiga su liberación.
“El 8 de septiembre emprendió su viaje. El momento era oportuno. La muerte de Stalin en 1953 había propiciado unos años de deshielo político. Y curiosamente fue allí, en Moscú, donde Adenauer cosechó su mayor éxito al negociar la vuelta a casa de los últimos prisioneros de guerra. La mayoría de ellos habían sido juzgados en arbitrarios y masivos procesos estalinistas y ya tenían que haber sido liberados. Es cierto que algunos eran criminales y fueron condenados a cadena perpetua a su vuelta a Alemania. Dentro de esos “últimos 10.000 había además un gran número de civiles en campos de internamiento soviéticos. Curiosamente, era este un tema que en ningún momento había sido considerado como aspecto central de la visita en la que más que negociaciones hubo un duro pulso político. Sin embargo, Adenauer hizo saber que sin avances en la cuestión de la reunificación y la vuelta de prisioneros y deportados no habría relaciones diplomáticas.
(…)
Después de un cálido recibimiento las discusiones se tornaron agrias. Bulganin afirmaba que los prisioneros alemanes eran todos criminales, asesinos de mujeres y niños. Por su parte, Adenauer criticaba los asesinatos y violaciones masivas del Ejército Rojo. Kruschev y el ministro de Exteriores, Viacheslav Molotov, estaban furiosos. Hasta que Adenauer, aludiendo al pacto Hitler-Stalin negociado por Molotov, preguntó: “¿Quién ha firmado el pacto con Hitler, usted o yo?.
Las dos partes se disponían a poner término a las reuniones sin acuerdo. No obstante, Adenauer se mantuvo firme: rezó arrodillado durante horas en la única iglesia católica de Moscú y se negó a partir. El día 12, junto con el diputado socialdemócrata Carlo Schmid, uno de los padres de la Ley Fundamental, volvió a pedir la liberación. Durante horas apelaron a la generosidad del pueblo ruso; el que más sufrió durante la conflagración con un terrorífico saldo de 20 millones de muertos. Gracias a Schmid, gran conocedor de la literatura rusa, el ambiente volvió a relajarse. Los liberados deben su vuelta a los esfuerzos tanto de Schmid como Adenauer.
(…)
El regreso a Alemania fue triunfal. Nunca Adenauer había sido tan celebrado. En las elecciones federales de 1957 su partido, la democracia cristiana, obtuvo la mayoría absoluta. Al aterrizar en el aeropuerto Colonia/Bonn (hoy aeropuerto Konrad Adenauer) el 14 de septiembre se produjo la escena que caracterizaría su mandato. Una mujer mayor una madre desesperada se le acerco, le tomó las manos y se arrodilló. El canciller de 79 años intentó incorporarla pero ella le besó las manos y desapareció.
Adenauer pudo haber manipulado la situación política a su favor. No lo hizo. Fue popular, jamás populista. Un patriota, nunca un nacionalista. Fiel a sus principios sin ser ideológico. Alemania, en su hora más difícil, contó con el hombre indicado para la reconstrucción. A pesar de su pragmatismo, nunca se dejó ni tentar ni amedrentar por el nazismo. Siempre fue consciente de la enorme responsabilidad alemana tras la hecatombe de la Segunda Guerra mundial”
Uno de los capítulos más conmovedores de esta tragedia tuvo a las mujeres alemanas como protagonistas. Cuando todo estaba perdido, cuando los soldados del ejército rojo vengaban sobre sus cuerpos todas las atrocidades de la guerra, cuando solo quedaban la desesperación y la desolación, las mujeres alemanas se pusieron de pie y dieron un paso al frente en la historia. Se ofrecieron como cuadrillas, junto con sus hijos para levantar y limpiar los escombros de las ciudades destruidas. Pegaron ladrillo por ladrillo hasta levantar nuevamente a Alemania. No fue la raza superior lo que salvó a Alemania, fueron las mujeres. Por eso el pueblo las venera. Gracias a ellas existe todavía la nación alemana.




El 8/5/45 se termina el 3er Reich y con él la guerra en Europa. Pero la 2ª GM todavía no acaba. La colección de horrores de esta guerra todavía no está completa. Todavía queda Japón…
La semana próxima: La bomba atómica, la rendición de Japón... nada que agregar.







Comentarios

  1. Cuánta atrocidad por favor!!Uno lee y queda absorto, pensando en los horrores de la humanidad.Te estoy siguiendo Mariana.beso grande.te quiero.

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